jueves, 13 de mayo de 2010

Dos reflexiones sobre el debate presidencial

Tuve la oportunidad de moderar, en días pasados, el debate estudiantil sobre las elecciones presidenciales. Este evento, que convocamos la Dirección del programa de Ciencia Política de la UTB y algunos estudiantes entusiastas, congregó a líderes universitarios de las campañas de los partidos Verde, U, PDA y Liberal. Cada partido encargó a un estudiante de comunicar a los asistentes las ideas de su candidato y de invitarlos, por supuesto, a votar por él.

A propósito de este evento, me gustaría compartir con ustedes dos reflexiones.

La primera es que veo con optimismo que los jóvenes involucrados en actividades políticas son cada vez más reflexivos y menos violentos. Así me lo indica el comportamiento de los asistentes al evento y el tono en que se dieron las preguntas y las respuestas. Las reglas de juego eran simples: era un debate de ideas no una lucha de personas, y todos tenían el deber de escuchar. Debo decir que, de manera ejemplar, éstas se cumplieron. Los jóvenes protagonistas del debate hicieron comentarios incisivos y mordaces, criticaron las ideas de su contendores y rectificaron, aclararon y se declararon en desacuerdo. Pero todo ello sucedió sin asomos de violencia. Incluso, en varias oportunidades, los estudiantes de las campañas valoraron el trabajo de sus interlocutores y se reconocieron como parte de un grupo que desea el cambio en la cultura política actual. Comprendo este comportamiento civilista, que privilegia el diálogo en medio de la diferencia, como una luz de esperanza nada despreciable en un país y en una región en donde la política está desprestigiada. Resulta por lo tanto destacable que esté surgiendo una nueva generación de políticos que reconocen el imperativo moral de la legalidad y del respeto, para los cuales no vale más el plato de comida que se intercambia que la idea libre que se expresa en el voto. De corazón espero que el comportamiento de estos jóvenes no cambie con el tiempo, ni con los ofrecimientos.

Pero no todo salió bien. Y esa es mi segunda reflexión. Aunque tuvimos una buena asistencia en el global, debo admitir que me pareció preocupante la poca entrada de los estudiantes de la UTB que no estaban relacionados con las campañas. Seguramente faltó más comunicación y una mejor convocatoria. También es cierto que nos robamos la hora del almuerzo y que hay muchos profesores en exámenes finales. Sin embargo, no deja de ser alarmante que haya tan pocos alumnos preocupados por temas tan relevantes como lo es la elección del presidente de Colombia. Tema que, como es natural, nos compete a todos.

Hace algunos meses, un estudiante de ingeniería visitó mi oficina y me cuestionó. Según él, la UTB y, en particular, el programa que dirijo, tienen la responsabilidad de abrir espacios para que los estudiantes se cuestionen su realidad, se expresen con libertad y propongan sobre el futuro. Yo creo con sinceridad que él tenía razón. Por eso, acepté el regaño. Sin embargo, me quedé desolado cuando el espacio se abrió y pocos aparecieron. ¿Qué pasó? No lo sé. Y al tiempo que pensaba en ello, recordé que el día en que nos visitó el presidente hubo muchos estudiantes dispuestos y deseosos de expresar abiertamente su opinión política. Incluso se sintieron violentados cuando les obligaron a quitarse los distintivos de las campañas que portaban. De esto me surgió otra duda ¿tiene más importancia la reivindicación que el diálogo con los pares? Sobra decir que no tengo respuesta.

En todo caso, celebro que hayamos realizado el evento y confío en que estos espacios nos lleven paulatinamente a la consolidación de una comunidad académica que se preocupa por lo público. A todos los que asistieron y colaboraron, muchas gracias.

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